martes, 29 de diciembre de 2009

La silueta en escena


















































Fotos de la presentación del vestuario en base al texto de Borges: "Historia de los Angeles" en el Taller de Diseño de vestuario para espectáculos Teatrales en el Centro Cultural España Córdoba

jueves, 24 de diciembre de 2009

Mi árbol de Navidad..

Yo 
quiero 
en esta navidad, 
poder armar un árbol 
dentro de mi corazón y colgar 
en él, en lugar de esferas regalos y 
adornos, los nombres de mis más queridos 
amigos, familia, y gente a quien amo, los que 
viven lejos y los que viven cerca, los antiguos y los 
más recientes, los que veo todos los días y los que raras 
veces veo, los que siempre recuerdo y los que a veces olvido
de las horas más difíciles, y los de las horas intensamente felices
los que sin querer me hirieron, aquellos que conozco
y aquellos que conozco poco, mis amigos  
humildes y mis amigos importantes, 
los que me enseñaron 
valiosas enseñanzas y 
los que tal vez un poquito 
aprendieron de mi, 
quiero que éste árbol 
tenga raíces profundas y fuertes!
para que los nombres de mis amigos, familia y seres queridos nunca jamás sean arrancados de mi corazón, y que sus ramas se extiendan gigantes! para colgar nuevos nombres que venidos de todas partes se junten con los existentes, un árbol de sombra agradable, para que nuestra amistad, amor confianza y cariño sea un momento de reposo en la lucha diaria de la vida, quiero que el espíritu de la navidad haga de cada deseo la más hermosa flor! de cada lágrima una sonrisa! de cada dolor la más brillante estrella! y de cada corazón una dulce y tierna morada para recibir a Jesús.....


FELIZ NAVIDAD!!!!




miércoles, 9 de diciembre de 2009

El Río

 Y sí, parece que es así, que te has ido diciendo no sé qué cosa, que te ibas a tirar al Sena, algo por el estilo, una de esas frases de plena noche, mezcladas de sábana y boca pastosa, casi siempre en la oscuridad o con algo de mano o de pie rozando el cuerpo del que apenas escucha, porque hace tanto que apenas te escucho cuando dices cosas así, eso viene del otro lado de mis ojos cerrados, del sueño que otra vez me tira hacia abajo. Entonces está bien, qué me importa si te has ido, si te has ahogado o todavía andas por los muelles mirando el agua, y además no es cierto porque estás aquí dormida y respirando entrecortadamente, pero entonces no te has ido cuando te fuiste en algún momento de la noche antes de que yo me perdiera en el sueño, porque te habías ido diciendo alguna cosa, que te ibas a ahogar en el Sena, o sea que has tenido miedo, has renunciado y de golpe estás ahí casi tocándome, y te mueves ondulando como si algo trabajara suavemente en tu sueño, como si de verdad soñaras que has salido y que después de todo llegaste a los muelles y te tiraste al agua. Así una vez más, para dormir después con la cara empapada de un llanto estúpido, hasta las once de la mañana, la hora en que traen el diario con las noticias de los que se han ahogado de veras.
    Me das risa, pobre. Tus determinaciones trágicas, esa manera de andar golpeando las puertas como una actriz de tournées de provincia, uno se pregunta si realmente crees en tus amenazas, tus chantajes repugnantes, tus inagotables escenas patéticas untadas de lágrimas y adjetivos y recuentos. Merecerías a alguien más dotado que yo para que te diera la réplica, entonces se vería alzarse a la pareja perfecta, con el hedor exquisito del hombre y la mujer que se destrozan mirándose en los ojos para asegurarse el aplazamiento más precario, para sobrevivir todavía y volver a empezar y perseguir inagotablemente su verdad de terreno baldío y fondo de cacerola. Pero ya ves, escojo el silencio, enciendo un cigarrillo y te escucho hablar, te escucho quejarte (con razón, pero qué puedo hacerle), o lo que es todavía mejor me voy quedando dormido, arrullado casi por tus imprecaciones previsibles, con los ojos entrecerrados mezclo todavía por un rato las primeras ráfagas de los sueños con tus gestos de camisón ridículo bajo la luz de la araña que nos regalaron cuando nos casamos, y creo que al final me duermo y me llevo, te lo confieso casi con amor, la parte más aprovechable de tus movimientos y tus denuncias, el sonido restallante que te deforma los labios lívidos de cólera. Para enriquecer mis propios sueños donde jamás a nadie se le ocurre ahogarse, puedes creerme.
Pero si es así me pregunto qué estás haciendo en esta cama que habías decidido abandonar por la otra más vasta y más huyente. Ahora resulta que duermes, que de cuando en cuando mueves una pierna que va cambiando el dibujo de la sábana, pareces enojada por alguna cosa, no demasiado enojada, es como un cansancio amargo, tus labios esbozan una mueca de desprecio, dejan escapar el aire entrecortadamente, lo recogen a bocanadas breves, y creo que si no estaría tan exasperado por tus falsas amenazas admitiría que eres otra vez hermosa, como si el sueño te devolviera un poco de mi lado donde el deseo es posible y hasta reconciliación o nuevo plazo, algo menos turbio que este amanecer donde empiezan a rodar los primeros carros y los gallos abominablemente desnudan su horrenda servidumbre. No sé, ya ni siquiera tiene sentido preguntar otra vez si en algún momento te habías ido, si eras tú la que golpeó la puerta al salir en el instante mismo en que yo resbalaba al olvido, y a lo mejor es por eso que prefiero tocarte, no porque dude de que estés ahí, probablemente en ningún momento te fuiste del cuarto, quizá un golpe de viento cerró la puerta, soñé que te habías ido mientras tú, creyéndome despierto, me gritabas tu amenaza desde los pies de la cama. No es por eso que te toco, en la penumbra verde del amanecer es casi dulce pasar una mano por ese hombro que se estremece y me rechaza. La sábana te cubre a medias, mis manos empiezan a bajar por el terso dibujo de tu garganta, inclinándome respiro tu aliento que huele a noche y a jarabe, no sé cómo mis brazos te han enlazado, oigo una queja mientras arqueas la cintura negándote, pero los dos conocemos demasiado ese juego para creer en él, es preciso que me abandones la boca que jadea palabras sueltas, de nada sirve que tu cuerpo amodorrado y vencido luche por evadirse, somos a tal punto una misma cosa en ese enredo de ovillo donde la lana blanca y la lana negra luchan como arañas en un bocal. De la sábana que apenas te cubría alcanzo a entrever la ráfaga instantánea que surca el aire para perderse en la sombra y ahora estamos desnudos, el amanecer nos envuelve y reconcilia en una sola materia temblorosa, pero te obstinas en luchar, encogiéndote, lanzando los brazos por sobre mi cabeza, abriendo como en un relámpago los muslos para volver a cerrar sus tenazas monstruosas que quisieran separarme de mí mismo. Tengo que dominarte lentamente (y eso, lo sabes, lo he hecho siempre con una gracia ceremonial), sin hacerte daño voy doblando los juncos de tus brazos, me ciño a tu placer de manos crispadas, de ojos enormemente abiertos, ahora tu ritmo al fin se ahonda en movimientos lentos de muaré, de profundas burbujas ascendiendo hasta mi cara, vagamente acaricio tu pelo derramado en la almohada, en la penumbra verde miro con sorpresa mi mano que chorrea, y antes de resbalar a tu lado sé que acaban de sacarte del agua, demasiado tarde, naturalmente, y que yaces sobre las piedras del muelle rodeada de zapatos y de voces, desnuda boca arriba con tu pelo empapado y tus ojos abiertos.


Julio Cortázar





un cuento de Dolina


CARLOS Y AMELIA
 

El primer corazon lo encontro pintado en la pared del frente de su casa.

En su interior, entre firuletes, se leia "Carlos y Amelia". Aunque se llamaba Carlos no se dio por aludido, pues no conocia ninguna Amelia.

El segundo lo impresiono un poco mas. Estaba dibujado a dedo limpio en la vidriera del bar "Tio Fritz."

Al tercer corazon comprendio que el asunto lo concernia. Se le aparecio de repente al despegar del ropero una foto de Laura Hidalgo.

Despues empezo a encontrar corazones por todas partes: en el baño de la cancha de Velez, detras del almanaque de una tintoreria, en un cuaderno viejo y en un arbol de la plaza a una altura impracticable para cualquier enamorado.

No le costo nada sospechar algo prodigioso. Ninguno de sus amigos tenia ingenio ni teson para una broma semejante.

El ultimo corazon se presento en un barrilete que acababa de arriar y que carecia de toda inscripcion al ser remontado. Lo habian dibujado en el cielo.

Dias mas tarde, Carlos conocio a Amelia. Era hermosa pero triste y fria.

Ahorraremos tramites literarios si decimos que se enamoro de ella. Averiguo donde vivia, fingio encuentros casuales, trato de interesarla de cien diferentes maneras. Finalmente le confeso su amor, suplico, se humillo, pero la mujer no le presto atencion.

No debe haber existido jamas un rechazo tan inapelable como aquel.

Despues ya no aparecieron nuevos corazones. Carlos no vio a Amelia nunca mas, pero por su culpa envejecio sin amores.

Un dia supo por una bruja que el Angel Gris prepara estos sucesos para que algunos privilegiados vivan la rara experiencia del amor imposible.

Y una tarde, paseando frente a la casa abandonada de la mujer terca, descubrio la borrosa sombra de un corazon pintado bajo la ventana. Entre firuletes se leia "Amelia y Ernesto."

Alejandro Dolina 









martes, 8 de diciembre de 2009

(Para mayores de 40)

      Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco.

    No hace tanto, con mi mujer, lavábamos los pañales de los críos, los colgábamos en la cuerda junto a otra ropita, los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar.

    Y ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda, incluyendo los pañales.

    ¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables! Si, ya lo sé. A nuestra generación siempre le costó tirar. ¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables! Y así anduvimos por las calles guardando los mocos en el bolsillo y las grasas en los repasadores.

    ¡¡¡Nooo!!! Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra. Lo más probable es que lo de ahora esté bien, eso no lo discuto. Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades.

    ¡Guardo los vasos desechables!

    ¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez!

    ¡Apilo como un viejo ridículo las bandejitas de espuma plástica de los pollos!

    ¡Los cubiertos de plástico conviven con los de acero inoxidable en el cajón de los cubiertos!

    ¡Es que vengo de un tiempo en el que las cosas se compraban para toda la vida!

    ¡Es más!

    ¡Se compraban para la vida de los que venían después!

    La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, fiambreras de tejido y hasta palanganas de loza.

    Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de heladera tres veces.

    ¡¡Nos están fastidiando! ! ¡¡Yo los descubrí!! ¡¡Lo hacen adrede!! Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo. Nada se repara. Lo obsoleto es de fábrica.

    ¿Dónde están los zapateros arreglando las media-suelas de las Nike?

     ¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando sommiers casa por casa?

    ¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista?

    ¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros?

    Todo se tira, todo se desecha y, mientras tanto, producimos más y más basura.

    El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad.

    El que tenga menos de 40 años no va a creer esto: ¡¡Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el basurero!!

    ¡¡Lo juro!! ¡Y tengo menos de... años!

    Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII)

    No existía el plástico ni el nylon. La goma sólo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en la Fiesta de San Juan.

    Los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban. De 'por ahí' vengo yo. Y no es que haya sido mejor. Es que no es fácil para un pobre tipo al que lo educaron con el 'guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo', pasarse al 'compre y tire que ya se viene el modelo nuevo'.

    Mi cabeza no resiste tanto.

    Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que, además, cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real.

    Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (y vaya si era un nombre como para cambiarlo) Me educaron para guardar todo. ¡¡¡Toooodo!!! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir. Le dábamos crédito a todo.

    Si, ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no. Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas del jardín de infantes y no sé cómo no guardamos la primera caquita. ¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo?

    ¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente, no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con la que se consiguieron?

    En casa teníamos un mueble con cuatro cajones. El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto. Y guardábamos.. . ¡¡Cómo guardábamos!! ¡¡Tooooodo lo guardábamos!! ¡¡Guardábamos las chapitas de los refrescos!! ¡¿Cómo para qué?! Hacíamos limpia-calzados para poner delante de la puerta para quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a una piola se convertían en cortinas para los bares. Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martillábamos y las clavábamos en una tablita para hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año de la escuela. ¡Tooodo guardábamos!

    ¡¡¡Las cosas que usábamos!!!: mantillas de faroles, ruleros, ondulines y agujas de primus. Y las cosas que nunca usaríamos. Botones que perdían a sus camisas y carreteles que se quedaban sin hilo se iban amontonando en el tercer y en el cuarto cajón. Partes de lapiceras que algún día podíamos volver a precisar. Tubitos de plástico sin la tinta, tubitos de tinta sin el plástico, capuchones sin la lapicera, lapiceras sin el capuchón. Encendedores sin gas o encendedores que perdían el resorte. Resortes que perdían a su encendedor.

    Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraban al terminar su ciclo, inventábamos la recarga de los encendedores descartables. Y las Gillette -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de sardinas o del corned-beef, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave. ¡Y las pilas! Las pilas de las primeras Spica pasaban del congelador al techo de la casa. Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más. No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo viviera menos que un jazmín.

    Las cosas no eran desechables. Eran guardables. ¡¡¡Los diarios!!! Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para poner en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver. ¡¡¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al trozo de carne!!!

    Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para hacer guías de pinitos de navidad y las páginas del almanaque para hacer cuadros y los cuentagotas de los remedios por si algún medicamento no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos prender una hornalla de la Volcán desde la otra que estaba prendida y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos. Y las cajas de cigarros Richmond se volvían cinturones y posa-mates y los frasquitos de las inyecciones con tapitas de goma se amontonaban vaya a saber con qué intención, y los mazos de naipes se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espada que decía 'éste es un 4 de bastos'.

    Los cajones guardaban pedazos izquierdos de palillos de ropa y el ganchito de metal. Al tiempo albergaban sólo pedazos derechos que esperaban a su otra mitad para convertirse otra vez en un palillo.

    Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos. Así como hoy las nuevas generaciones deciden 'matarlos' apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada: ¡¡¡ni a Walt Disney!!!

    Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron: 'Cómase el helado y después tire la copita', nosotros dijimos que sí, pero, ¡¡¡minga que la íbamos a tirar!!! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas. Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos. Las primeras botellas de plástico se transformaron en adornos de dudosa belleza. Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de botellones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella.

    Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos. ¡¡¡Ah!!! ¡¡¡No lo voy a hacer!!! Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad son descartables.

    Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas. Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero. No lo voy a hacer. No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne. No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo y glamour.

    Esto sólo es una crónica que habla de pañales y de celulares. De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a la 'bruja' como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva. Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo de que la 'bruja' me gane de mano y sea yo el entregado.


    Hasta aquí Eduardo Galeano





lunes, 7 de diciembre de 2009

Los Amorosos




Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.
Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.

Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.
Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se estan yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.
Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre- ¡ que bueno !- han de estar solos.

Los amorosos son la hidra del cuento.
Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos. 

En la obscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.

Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.

Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.

Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor como una lámpara de inagotable aceite.

Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.

Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.

Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo, complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida,
y se van llorando, llorando,
la hermosa vida. 

 
Jaime Sabines.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Libros recomendados

Algunos libros que habría que leer antes de morir...


* El Principito - Antoine de Saint-Exúpéry
* El misterio del solitario - Jostein Gaarden
* Señor Dios soy Ana - Christofer Hitchens
* Mi planta de naranja-lima - Mauro de Vasconcelos
* Vamos a calentar el sol - Mauro de Vasconcelos
* La novena revelación - James Redfield
* La décima revelación - James Redfield
* La undécima revelación - James Redfield
* Inventario I,II - Mario Benedetti
* Marianela - Benito Pérez Galdós
* María - Jorge Isaacs
* El equilibrio entre el cuerpo y la mente - Osho
* Juan Salvador Gaviota - Richard Bach
* El caballero de la armadura oxidada - Robert Fisher
* El fantasma de Canterville - Oscar Wilde
* El túnel - Ernesto Sábato
* El nombre de la rosa - Umberto Eco
* El poder infinito de la mente - Leuro Trevisan
* El secreto -Rhonda Byrne
* El retorno del principito - Carlos Mac Allister
* El búho que no podia ulular - Robert Fisher
* Como agua para el chocolate - Laura Esquivel
* Los viajes de Gulliver - Jonathan Swift


jueves, 3 de diciembre de 2009

Todo depende de uno??

Comprobé mediante diferentes situaciones que las cosas suceden en la medida que uno permita que sucedan, osea que todo lo bueno que ocurre es debido a la buena predisposición con la que se aborda una circunstancia al mismo tiempo que lo que no es tan bueno tambien es producido por una energía distinta que emanamos de alguna manera que nos impide la conexión con el todo que nos une a todos los seres vivos provocando una especie de bloqueo.
Si cada uno de nosotros saliera predispuesto a estar con buena onda y buena energía las cosas serían muy distinta, ya que lo bueno atrae lo bueno como la violencia engendra violencia. Es algo tan sencillo pero que muy pocos ejercemos y pensar que con un mínimo esfuerzo lograríamos tanto.. Pero bueno, cada uno tiene su tiempo y tener la posibilidad de descubrirlo, cuando sea, sigue siendo bueno!
Mi planteo se resume en saber si realmente es asi, de que TODO depende de nosotros mismos o nos influye lo de los otros? tenemos la capacidad de no dejarnos influir? Podemos revertir una situación negativa?? En teoría si, pero depende de la seguridad que se tenga y la fuerza para mantener esa constancia de estabilidad...
Me gustaría que aporten al respecto.. es un breve resúmen de una hipotesis que tengo dando vueltas y quiero poder resolver con ejemplos concretos y reales..
Cada vez estoy más cerca de la respuesta, pero quedan algunas dudas por descubrir!
Te animás a comentar sobre el tema??




martes, 1 de diciembre de 2009

EL CORAZÓN PERFECTO















Un día un hombre joven se situó en el centro
de un poblado y  proclamó que él poseía el
corazón más hermoso de toda la comarca.

Una gran multitud se congregó a su alrededor
y todos admiraron y confirmaron que su corazón
era perfecto, pues no se observaban en el ni
máculas ni rasguños.

Sí, coincidieron todos que era el corazón
más hermoso que hubieran visto.
Al verse admirado el joven se sintió más
orgulloso aún, y con  mayor fervor aseguró
poseer el corazón más hermoso de todo el
vasto lugar .

De pronto un anciano se acercó y dijo:
"¿Porqué dices eso, si tu corazón no es ni
tan, aproximadamente, tan hermoso como el mío?

Sorprendidos la multitud y el joven miraron
el corazón del viejo y  vieron que, si bien
latía vigorosamente, éste estaba cubierto de
cicatrices y hasta había zonas donde faltaban
trozos y éstos habían  sido reemplazados por
otros que no encastraban perfectamente en el
lugar, pues se veían bordes y aristas irregulares
en su derredor. Es más, había lugares con huecos,
donde faltaban trozos profundos.

La mirada de la gente se sobrecogió
- ¿como puede él decir que su corazón
es más hermoso?, pensaron...

El joven contempló el corazón del anciano
y al ver su  estado desgarbado, se echó a reír.

"Debes estar bromeando," dijo.
"Compara tu corazón con el mío...
El mío es perfecto. En cambio el tuyo es un
conjunto de cicatrices y dolor."

"Es cierto," dijo el anciano,
"tu corazón luce perfecto, pero yo  jamás me
involucraría contigo...
Mira, cada cicatriz representa una persona
a la cual entregué todo mi amor.
Arranqué trozos de mi corazón para entregárselos
a cada uno de aquellos que he amado.
Muchos a su vez, me han obsequiado un trozo
del suyo, que he colocado en el lugar que
quedó abierto.
Como las piezas no eran iguales, quedaron
los bordes por los cuales me alegro,
porque al poseerlos me recuerdan el
amor que hemos compartido."

"Hubo oportunidades, en las cuales entregué
un trozo de mi corazón a alguien, pero esa
persona no me ofreció un poco del suyo a cambio.
De ahí quedaron los huecos
- dar amor es arriesgar, pero a pesar del dolor
que esas heridas me producen al haber quedado
abiertas, me recuerdan que los sigo amando
y alimentan la esperanza, que algún día -tal vez-
regresen y llenen el vacío que han  dejado
en mi corazón."

"¿Comprendes ahora lo que es
verdaderamente hermoso?"

El joven permaneció en silencio,
lágrimas corrían por sus mejillas.
Se acercó al anciano, arrancó un trozo
de su hermoso y  joven corazón y se lo ofreció.

El anciano lo recibió y lo colocó en su corazón,
luego a su vez arrancó un trozo del suyo
ya viejo y maltrecho y con él tapó
la herida abierta del joven.
La pieza se amoldó, pero no a la perfección.
Al no haber sido idénticos los trozos,
se notaban los bordes.

El joven miró su corazón que ya no era perfecto,
pero lucía mucho más hermoso que antes,
porque el amor del anciano fluía en su interior.

¡Desde aquí puedo ver lo hermoso que es tu corazón!

¡Que tengas un lindo día!  El más hermoso !!

Reciban ustedes un pedazo de mi corazón....

Anonimo.

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