lunes, 29 de noviembre de 2010

Dos personajes y una historia descarrilada...

No podía entender que era exactamente lo que sucedía, una mezcla de acontecimientos, sensaciones, hechos y fantasías obnubilaban sus ideas. Un extraño pero cálido sentimiento los unía; tal vez las ansias de descubrir que había en el interior, ese secreto oculto en el fondo, pero a la vez el pánico a la realidad, el miedo a la verdad, o quien sabe que era realmente lo que mantenía en cierto modo un vínculo tan desvinculado como aquel…
El reflejo de lo inaceptable, el camino hacia un pasado silenciado, los anhelos ocultos pero disfrazados; realidades distintas pero similares y la necesidad de ser descubiertos, de salir a la luz, de encontrar el rumbo correcto hacia la efímera pero deseada satisfacción; los unió accidentalmente en un sendero que ya no podía bifurcarse. Así estaba marcado, o más bien, así lo marcaron.
En el transcurso hacia un futuro tal vez planeado, tal vez sorteado o quizá buscado, fueron cayendo sus máscaras, sus armaduras, su orgullo, sus disfraces. Recaías, golpes, dolor, sufrimiento; placer, amor y contención.
Luego volvió a recoger algunas de sus armas abandonadas previamente, como para no sentirse demasiado vulnerable frente al desafío que sin saber se había enfrentado.
No comprendía que estaba sucediendo, tal vez tampoco quería averiguarlo, temía descubrirlo, por que en su interior conocía el secreto. Le aterrorizaba imaginar las consecuencias de tanto conocimiento; pero ya estaba ahí, era parte del juego y no podía escaparse –aunque lo intentara una y mil veces-, no quería escaparse; al fin y al cabo le proporcionaba vitalidad, mantenía su fortaleza, aumentaba su vana esperanza.
Pero el juego no siempre era divertido, y a veces tampoco parecía un juego, realidad y fantasía comenzaron a mezclarse, y ya no sabía de que lado estaba, pero no importaba, solo había que seguir, llegar a un final que día a día iba cambiando, un final abierto que no estaba resuelto debido a las ansias de protagonizar una historia soñada, que por momentos se descarrilaba en la cruda realidad.
Diversas escenas, múltiples paisajes, innumerables extras, y mil intentos de guión. Idas y venidas, abandonos y reencuentros. Subidas y bajadas de telón.
El misterio seguía siendo protagonista clave. Apuestas al amor, al engaño, a toda posible odisea que ocasionara un terrible o apasionante desenlace. Sin embargo, todo parecía seguir un caudal, pero nadie lo había notado.
Por un lado la aparente calma; por el otro un torbellino de sensaciones. La incertidumbre invadía en ambos casos el frágil pero excitado ser.
Su mente formulaba hipótesis, su cuerpo formaba vínculos, las palabras construían abismos, y las miradas creaban puentes. Pero el orgullo, el miedo y la inseguridad distorsionaban todos los mensajes ocultos. Aún así seguía, sin importar dónde ni por que. Algo habría que aprender, algo debería descubrir.
El encuentro fue atípico, inesperado y algo confuso. Cada cual interpreto lo que mejor le convenía, pero aceptaron el reto, sabiendo, o no, continuaron.
¿Habrá sido una casualidad? Dudo que exista tal hecho, pero el desafío en ciertos aspectos, era descubrir la causante. Por momentos se tornaba una cierta competencia, una lucha por un primer lugar que no acreditaba un gran trofeo y mucho menos un triunfo. Probablemente se trataba de una lucha de poder, o, un torneo de orgullos. La cierto es que cada capítulo traía una nueva estrategia.
Ellos eran sus propios espectadores, sus propios jueces y críticos. De ellos dependía la próxima escena, los nuevos personajes y el esperado final. Pero ya no querían decidir; hacerlo era tomar una gran responsabilidad, por ende hacerse cargo de las consecuencias que de ello se desprendería. Así es que lo dejaron al azar. La moneda caería de alguno de los lados, pero ninguno había elegido el suyo.
¿Qué sucedería el día en que llegara el fin? ¿Sería el esperado o los sorprendería el haberlo sorteado a la suerte? ¿Alguien debería abandonar el juego o quizás debieran aliarse? Nadie lo sabía, nadie preguntaba. No querían que sucediera. Pero estaba allí expectante. Silencioso pero firme.
La distancia alimentaba sus deseos, el misterio marcaba el sendero, pero la realidad era distinta, dos mundos paralelos completamente separados unidos por una fantasía descartable de la cual no querían deshacerse.
Los hechos fueron desvirtuando la historia, la llama que mantenía encendida esa enorme sensación onírica se iba apagando. Quedaban pocas cartas sobre la mesa y no había demasiada elección. Nadie se arriesgaba, no querían perder, abandonar sería darse por vencido y eso significaba una enorme humillación para dos guerreros de tal índole. Continuar abarcaba diferentes posibilidades: podrían llegar a ganar algo, al menos uno ganaría, o tal vez los dos, pero también los situaba frente a un papel de fracasados, u obsesivos. Demasiadas aristas, demasiadas suposiciones.
¿Qué es lo que los mantenía unidos? ¿Acaso había amor de por medio, o más bien una especie de venganza trasladada? ¿Alguien tendría acceso a sus corazones para obtener una respuesta? ¿Qué esperaban para avanzar o finalizar la historia? ¿Qué quería él? ¿Qué sentía ella? ¿Qué sucedería entre estos dos personajes?
Sobraban las preguntas, faltaban las respuestas, pero muy en el fondo, ellos sabían la verdad, solo que nadie se atrevía a confesarla por miedo a que se acabara. Pero el final llegó tan pronto como amaneció el día y la página se dio vuelta sola para comenzar una nueva, en blanco, del libro de su vida.

                                                                                                                     Anenka.


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